El niño y su sombra
El niño de un pueblecito griego tenía que ir a la escuela de un pueblo vecino, a una hora de camino a pie. Su madre le llevo el primer día de clases y para llegar a tiempo salieron de su casa al amanecer. Cuando habían recorrido apenas 300 metros, el niño olvidó el propósito de aquella excursión y quedo abstraído ante su propia sombra, q hacía q el niño se sintiera un gigante de 30 metros de altura. De pronto, la madre se detuvo y mirándole directamente a los ojos le aconsejó: No contemples tu sombra al amanecer, hijo... mírala sólo al mediodía.
El Amor y la locura
La primera vez que se jugó al escondite en la tierra no jugaron personas, jugaron sentimientos. Fue la iniciativa quien lo propuso y el entusiasmo bailó de júbilo, secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer incluso a la duda y a la apatía y aunque no todos quisieron participar (la verdad prefirió no esconderse, porque al final siempre la hallaban) la locura empezó a contar. 1, 2, 3...
La primera en esconderse fue la pereza, dejándose caer tras la primera piedra del camino. La generosidad casi no alcanzó a esconderse porque cada escondite que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: un lago cristalino ideal para la belleza, una hendija en un árbol perfecta para la timidez. Una ráfaga de viento magnífico para la libertad... Así q terminó por acurrucarse en un rayo de sol, mientras el egoísmo permanecía en un sitio mejor, pero sólo para él. La mentira por su parte se escondió en el fondo del mar, la pasión y el deseo en el centro de un volcán, etc. Uno a uno todos los sentimientos fueron escondiéndose y entonces la locura comenzó a buscar. Encontró a la fe conversando con Dios y cerca de ella a la envidia, que se encontraba a la sombra del triunfo. En el lago halló a la belleza y aún decidiéndose por algún lugar descubrió a la duda. Poco a poco fue encontrando a todos: al talento entre la hierba, a la angustia en una cueva oscura, a la soberbia en la cima de una gran montaña... Sólo el amor continuaba oculto aunque la locura lo buscó detrás de cada árbol, en cada río y en todos los mares pero cuando ya estaba a punto de darse por vencida, divisó un simple rosal y entre sus flores lo encontró.
Decidió aparecerse por sorpresa como siempre el amor solía hacer y cuando empezó a mover las ramas escuchó un quejido que ya no era de sorpresa, sino de dolor: Las espinas del rosal habían herido al amor en los ojos y le habían dejado ciego! . La locura no sabía que hacer para disculparse por el accidente y lloró e imploró y prometió al amor que desde entonces siempre sería su fiel guía. Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra, el amor es ciego, y la locura siempre lo acompaña.
La Felicidad
Se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y la mujer; planearon hacerlo a su imagen y semejanza, entonces uno de ellos dijo: -Esperen, si los vamos a hacer a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, fuerza e inteligencia igual a la nuestra, debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, de no ser así, estaríamos creando nuevos dioses compañeros!.
Debemos quitarles algo, pero, qué? Después de mucho pensar uno de ellos dijo: ¡Ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la encuentren jamás. Propuso el primero: -Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo; a lo que inmediatamente repuso otro: -No, recuerda que les dimos fuerza, alguna vez alguien subirá, y la encontrará, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está. Luego propuso otro: -Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar, y otro contestó: -No, recuerda que les dimos inteligencia, alguna vez alguien construirá un tunel por el que pueda entrar y bajar, y entonces la encontrará. Uno mas dijo: Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra, y le dijeron: -¡No!, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien construirá una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la descubrirá, y entonces todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros.
El último de ellos, era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses, analizó en silencio cada una de ellas y entonces rompió el silencio y dijo: -Creo saber donde ponerla para que realmente nunca la encuentren, todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono: -¿Dónde? -La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán. Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así, el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo.